CUENTO coni y coka
Soy Antonio de ADACCA Càdiz, me gusta escribir para los niños.
En un lejano lugar, en una reserva natural, vivía Coni, un pequeño gazapito, con su madre y hermanos en una madriguera profunda, apartada de todo peligro. El suelo estaba cubierto de pelos, para que estuvieran más calentitos.
Toda la camada era de color gris, con algunas manchas blancas.Coni las tenía en las puntas de las patitas. Parecía que tenía puestos unos calcetines. Era listo y espabilado.
Siempre estaba con una amiguita llamada Coka. Esta era blanca con unas machitas de pelo rubio en el cuello que parecían un collar dorado cuando le daba el sol.
Traviesos y revoltosos, como cualquier pequeño, su entretenimiento favorito era inventase grades aventuras y viajes.
Iban cada día al colegio de Don Cornelio, un viejo conejo gruñón con gafas, con cristal de mucho aumento que era muy exigente. Llevaba un Birrete negro, con una gran borla que le llegaba a los hombros.Tenía una regla en la espalda, para amenazar alos alborotadores.
La escuela estaba bajo la higuera grande, con la pizarra apoyada en el tronco, para explicar la lección y una cajita en un lado con el borrador y las tizas.
Un día decidieron hacer rabonas para correr una aventura, a pesar de que donde vivían era un lugar idílico.
Tenía altas montañas que, en invierno, se cubrían de nieve como una boina blanca coronando las cubres. Más abajo había grandes bosques de abetos, que cambiaban de tonalidad en el otoño, que parecían a veces postales, con sus grandes y centenarios pinsapos en forma de árbol de navidad agarrados a las laderas.
Cabras montesas y muflones correteaban de roca en roca y ramoneaban entre la maleza rodeadas de algarrobos, robles, viejas encinas y grandes extensiones de pinos qué parecían una gran alfombra verde con olor a resina que lo inundaba todo. Más abajo,la vegetación de lentiscos y madroños, que con sus frutos daban el toque de color, alimento de las aves y otros animalitos. Donde vivían los ciervos y jabalíes, ocultándose entre los matorrales y comiendo de sus frutos. Las culebras y lagartos vivían entre las piedras antes de llegar al valle. Las plantas aromáticas exhalaban su perfume. Tomillo, romero y lavanda daban olor. El viento esparcía sus aromas.
Jugaban allí persiguiendo a mariposas que iban de flor en flor. A las abejas que libaban su polen no las molestaban porque les podían picar, ya que estas no se andaban con chiquitas. Un rio, alimentado con las aguas del deshielo, formaba cascadas y al final serpenteando se arremansaba separando el valle en dos, con adelfas y chopos que acompañaban el curso, entre grandes praderas, con distintos coloridos.
Solo en la umbría crecían los helechos, culantrillos y musgos que tapizaban las rocas, los cuales se nutrían de la humedad de sus frías y limpias aguas, que morían en un gran lago azul por el reflejo del cielo, donde se veía el paisaje y bebían todos los animales.
En primavera era un hervidero de aves con sus distintos trinos que dibujaban colores pasajeros.
En las orillas, un tapiz multicolor de florecillas de todos los colores.
El parque estaba limitado con una alambrada de púas y grandes carteles prohibiendo la caza.
Muy temprano se reunieron bajo el tronco gordo, atalaya del águila. Partieron aminados, salieron de los límites del parque y atravesaron un largo y negro sendero. A lo lejos divisaron unas casas. Todo era muy diferente a lo que conocían. Se fueron alejando más y más, hasta que de pronto escucharon un gran estruendo. No sabían qué era ni de dónde venía. Aturdidos, miraron a todos sitios y solo vieron en el cielo una bandada de pájaros que volaban despavoridos. Al rato, apareció una jauría de perros que venía hacia ellos con un humano detrás. Corrieron muchísimo y de pronto se vieron en el camino negro. Grandes animales metálicos iban a gran velocidad por allí formando un ruido atronador y echando humo sin parar. No se podía cruzar. El fuerte olor molestaba. Pararon en el borde, pero los perros estaban cada vez más cerca. Tuvieron que arriesgase pasar seguir huyendo. Llegaron a la alambrada. El humano, al ver el cartel se quedo parado. Ellos continuaron corriendo y exhaustos se tiraron en la pradera.Después de descansar un rato, ya más tranquilos, partieron para la escuela. El maestro, que se había percatado de su ausencia, los esperaba con la regla en ristre. Muertos de miedo buscaron una excusa que no encontraron. Escucharon la reprimenda. Les dijo que estaba bien que tuvieran inquietudes, y quisieran correr aventuras, pero que antes tenían que conocer todos los peligros que habia fuera. Allí solo existía uno, el gran gato bigotudo moteado con las orejas picudas, que solo mataba para comer, no como el hombre que mata por deporte. Recapacitaron Y decidieron hacer caso y aparcar la aventura hasta saberlo todo.
Comentarios
ANTONIO
Mar, 21/11/2017 - 10:23
Enlace permanente
El levante que levantan
las arenas de la playa
No podemos pasear
ni solo ni con la Ana
Los de baelo romanos
que le pica mucho el ano
Se bañaba en la playa
con las putas la romanas
Comían garum cocido
para pasar el calor
Se arrascaban mucho el culo
para quitarse el picor
Construyeron junto al mar
Sin saber que les esperaba
las subidas de mareas
que todo lo arrasaba
Las dunas fueron creciendo
hasta quedar sepultada
casas, termas, templos,
y nadie los encontraba
excavaron muy profundo
para ver lo que allí había,
Claudio estaba sin cabeza
y nadie la encontrarías
sacaron templos y calles
Lucernas sin pabilos
tiendas, casas, circo,
y vidrios rotos de las botellas vacía
columnas sin capiteles.
las piletas sin atunes
ni una latita de atún
que los Romanos tienen