La Barquita
La barquita.
Era una vez una barquita que estaba amarrada en la playa de la Caleta con su madre, esta era una barca de madera de pesca, con la proa picuda para cortar el agua y la popa recta, pintada de blanco con unas franja roja y otra verde era la envidia de todas las que allí estaban, tenía un pequeño motor fueraborda para cuando se alejaba de la costa no tener que volver a remos a la orilla, con la captura, el trabajo de cada día, de recoger el con las redes el preciado fruto que da la mar, esos bancos de peces plateados de sardinas y caballas que caen cuando se echan las redes, el trabajo de cada día.
La barquita no salía a faenas se quedaba esperando en el amarre de la playa protegida por los dos castillos que parecía como abrazar a la playita hasta su vuelta, con las demás barquitas jugando, en verano era distinto la paz se turbaba con los bañista y más con marea baja que los niños llegaban hasta ellas chapoteando y salpicándolas
mojándola y rompiendo con la tranquilidad de la
baquitas que se quedaban allí, que no salían a faenar por ser pequeñas, para distraerse jugaban cuando bajaba la marea en adivinar las formas caprichosas que tenían las piedras que salían a la superficie.
Esa una playa recogida y coqueta que con un balneario en el centro que desde lejos parecía una gaviota posada en su fina arena. Veía la gaviotas que al atardecer cuando la playa quedaba tranquila bajaban a recoger los restos de comida que allí dejaban, las palomas no le daba miedo las gentes bajaban y picoteaban entre ellas los retos de pan patatas y frutos secos que caían en la arenas.
Desde allí veían las maravillosas puestas de sol cuando él cielo se vuelve rojizos, en tonos cambiantes, mientras esperaba el regreso de su madre de la pesca.
Era blanca igual que su madre y tenía dos franja de color pero ella a diferencia de la otra eran roja la
del borde y amarilla la otra que brillaba cuando le daba el sol pareciendo de oro, la utilizaban pera venir de la barca grande a la orilla por que la grande podía quedar varada al chocar la quilla con el fondo
La barquita era casi plana sin mucho fondo y dos pequeños remos parar poder llegar hasta la orilla con los aperos de la pesca el motor la redes y la captura del día, atándola a una piedra, de la orilla, allí se quedaba hasta el día siguiente .
Veía el amanecer por el catillo de San Sebastián, cuando va despuntado él día y el ocaso por Santa Catalina y contemplado esas maravillosas vistas.
Se quedaba dormida con el bamboleo de las olas que llegaban a la orilla , teniendo grandes sueños, soñaba que cuando fuese grande sería un gran velero con tres mástiles repletos de velas que surcaría todos los océanos y mares del mundo e islas que salpican los continentes, como botones verdes en el azul de los mares en los mapas y tendrías grandes aventuras.
De los bañista no sé asustaba, porque estaba acostumbrado en verano, pero cuando venia el cobrador de los amarres se escondía detrás de la barca grande para no ser vista , sin saber que al no tener amarre propio y estar hatada a su madre no tenía que pagar.
Así transcurría el tiempo pensado en sus sueños y hacerse grande hasta que un día sobrevino un gran temporal y la barquita se soltó de la piedra que estaba hatada y con el batir de las olas quedo destrozada en la arena.
Antonio Aragón del Cerro. La barquita, montecolina119@hotmail.com. tf 956403542.
Esto es reciente, ya lo escribí una vez tenido el DCA recordado la infancia de todos.
PRONOMBRES
No me dejaron ser YO
No quisieron que fuera TÚ
No pude ser como ÉL.
Ahora no soy,
ni YO.
Ni TÚ.
Ni ÉL.
Nosotros la plebes,
Vosotros alienados,
Ellos privilegiados.
Antonio Aragón del Cerro
Comentarios
Karmeliya
Mar, 13/06/2017 - 12:04
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Bravo!!